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Información para pacientes

Piernas inquietas

Esta información ha sido elaborada por el grupo de Educación para la Salud de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Pretende que los pacientes conozcan mejor sus enfermedades.

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¿En qué consiste la enfermedad?

El Síndrome de Piernas Inquietas (enfermedad de Willis-Ekbom) es un trastorno neurológico caracterizado por sensaciones desagradables en las piernas y un impulso incontrolable de moverse y andar cuando se está descansando, en un esfuerzo del paciente de aliviar estas sensaciones; puede afectar hasta a un 10 % de la población mundial, y sus causas son desconocidas a comienzos del siglo XXI.

Un porcentaje pequeño de las personas es correctamente diagnosticado, debido a que su síndrome es dirigido a especialistas como neurólogos, reumatólogos, psicólogos, etc. No se trata de una enfermedad grave, que sea causa per se de muerte, pero sí de terribles desasosiegos que disminuyen la calidad de vida del paciente y de aquellos que le rodean. Si no se tratan pueden devenir en crisis nerviosas y depresión.

El trastorno aparece con cierta severidad en un 2-3 % de la población, y afecta tanto a hombres como a mujeres. Puede aparecer a cualquier edad, siendo más frecuente a partir de la cuarta década de la vida.

El proceso suele afectar la calidad de sueño, ocasionando somnolencia durante el día, como así también cuadros de ansiedad y depresión que repercuten de manera importante sobre la calidad de vida de las personas afectadas. Los pacientes describen sus molestias como: “desasosiego”, “hormigueo”, “calambres”, “pinchazos”, “nerviosismo”, “dolor”, “sensaciones extrañas profundas”, “quemazón”, “piernas locas”, etc. Las características principales son una necesidad irresistible de mover las piernas (o los brazos), acompañada o no de sensaciones molestas. Puede haber inicio o empeoramiento de los síntomas durante períodos de inactividad, como por ejemplo permanecer sentado o acostado, en la cama, en el cine o durante viajes prolongados (por ejemplo, en el coche o en el avión); puede haber empeoramiento de los síntomas a últimas horas de la tarde o por la noche: esta característica hace que los pacientes tengan dificultades para iniciar o mantener el sueño. Durante el día las molestias desaparecen o existen, pero con menor intensidad. Las molestias se alivian o desaparecen cuando los sujetos se mueven, caminan o frotan sus piernas.

¿Podría haberla evitado? Como la presento ¿qué debo decir a familiares o amigos para que no la tengan?

Puede haber familiares con el mismo trastorno (existe predisposición familiar), antecedentes de respuesta a fármacos dopaminérgicos (tratamiento empleado para la enfermedad), y presencia de movimientos periódicos de las piernas durante el sueño y a veces durante la vigilia (aparecen en más de un 80 % de los pacientes).

¿Qué debo hacer ahora para mejorarme?

La exploración física y las pruebas médicas habituales suelen ser normales. En aproximadamente un 20 % de los casos hay otras situaciones médicas que explican la aparición de síntomas del proceso, como por ejemplo: anemia, insuficiencia renal, polineuropatía, embarazo, fármacos, etc. Y el médico debe descartar su presencia.

El síndrome de piernas inquietas puede ser diagnosticado en ocasiones en la consulta por el médico realizando la historia clínica del paciente. Esto quiere decir que el diagnóstico es clínico. No obstante, junto a la historia clínica, algunas pruebas pueden ser de gran utilidad:

Análisis de sangre que incluya niveles de hierro y ferritina (este último parámetro se encuentra alterado en muchos pacientes). Estudios en el laboratorio de sueño (polisomnografía nocturna y test de inmovilización sugerida simple o múltiple): se realizan para determinar si existen movimientos periódicos en las piernas (o en los brazos), y para evaluar la calidad de sueño de los pacientes con esta enfermedad.

Estudios de electromiografía y conducción nerviosa: sirven para descartar lesiones en las raíces y nervios periféricos de las extremidades. También es importante evitar ciertos fármacos que pueden empeorar los síntomas (antihistamínicos, algunos sedantes que bloquean la dopamina, y ciertos antidepresivos), rara vez opiáceos.

Si se identifican posibles causas del cuadro, lo primero es intentar corregirlas (déficit de hierro, fármacos antidepresivos y algunos bloqueantes de la dopamina, alteraciones en el funcionamiento renal, etc.). Es importante mantener un horario de sueño regular, realizar ejercicio físico moderado (a últimas horas de la tarde), y reducir el consumo de café, tabaco y alcohol que empeoran las molestias del proceso).

¿Cuál es el pronóstico?

La evolución del proceso suele ser crónica y lentamente progresiva (aumento de intensidad con el tiempo), alterando el sueño en la mayoría de los sujetos. La exploración física y las pruebas médicas habituales suelen ser normales.

En la gran mayoría de los casos es un trastorno de curso crónico y progresivo. Al principio, se manifiesta de forma esporádica, con discretas molestias que no interfieren de forma significativa con la vida de los sujetos que lo padecen. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la intensidad de síntomas es cada vez mayor y más frecuente, y no es raro que estos pacientes refieran importantes problemas para iniciar y mantener el sueño, presentando gran inquietud, nerviosismo y desasosiego, sobre todo en las situaciones que requieran reposo prolongado. Las consecuencias son muy negativas para el bienestar del paciente, por lo que en estos casos debe plantearse un tratamiento de tipo farmacológico.

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