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Información para pacientes

Trastorno afectivo bipolar

Esta información ha sido elaborada por el grupo de Educación para la Salud de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). Pretende que los pacientes conozcan mejor sus enfermedades.

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El trastorno afectivo bipolar es una enfermedad que afecta a los mecanismos que regulan el estado de ánimo. La persona que sufre trastorno bipolar pierde el control sobre su estado de ánimo y éste tiende a describir oscilaciones más o menos bruscas, que van desde la euforia patológica (manía) a la depresión, sin que éstas estén relacionadas con factores del mundo exterior. Es una enfermedad crónica, episódica y recurrente. El tratamiento imprescindible es el abordaje farmacológico, si bien se puede beneficiar de un abordaje psicoterapéutico (psicoeducación) de forma complementaria.

La causa es esencialmente biológica, y genética en su origen. El responsable de regular nuestras emociones es el sistema límbico. Las personas que padecen trastorno bipolar sufren un mal funcionamiento de este sistema límbico, con lo que el estado de ánimo sufre bruscas alteraciones sin que medie necesariamente ningún problema personal, laboral, familiar o social. Neurotransmisores como la dopamina, serotonina y aceltilcolina estarían implicados dependiendo de la fase de desestabilización anímica. Hormonas como la tiroxina, también estarían implicadas. Por tanto, la causa del trastorno bipolar es siempre biológica. Los factores psicológicos (estrés o acontecimientos vitales negativos) pueden jugar un papel importante, pero como desencadenantes. Otros factores que pueden actuar como desencadenantes, serían el consumo de alcohol y otros tóxicos, así como el tratamiento con algunos fármacos (corticoides).

En este sentido, es muy importante señalar que nadie tiene la culpa de padecer un trastorno bipolar, ni el que lo padece ni su familia. La voluntad del paciente no juega ningún papel para decidir si padece o no una enfermedad, y esto incluye el trastorno bipolar. Ello le exime de culpa, pero no de la responsabilidad en el manejo de algunos aspectos de la enfermedad. El paciente sí puede decidir si toma o no el tratamiento de forma correcta (imprescindible), regular su sueño, no tomar drogas ni alcohol y hacer más o menos actividad según se lo indique su médico o psicólogo. Su voluntad es por tanto crucial para mejorar determinados aspectos que pueden actuar como desencadenantes o agravantes de un cuadro determinado.

El trastorno afectivo bipolar es una enfermedad crónica. Esto no significa que no se pueda tratar. Con las medicaciones disponibles en la actualidad es posible lograr que las personas que sufren un trastorno bipolar estén estables durante largos periodos de tiempo, manteniendo la enfermedad compensada.

El trastorno bipolar es una enfermedad que cursa por episodios o fases. Básicamente existen dos tipos de fases: las depresivas y las maníacas, que dependiendo de la gravedad pueden catalogarse como “hipomaníacas". 

La manía es una elevación patológica del estado de ánimo y/o la energía. La persona en esta fase puede presentar disminución de la necesidad de dormir, aumento de la energía, irritabilidad, hiperactividad, aumento de la sociabilidad, aumento del gasto económico (en actividades innecesarias), euforia, jovialidad, locuacidad, aumento de la velocidad del pensamiento, aumento del impulso sexual, descuido de su aspecto físico,  vestimenta extravagante o llamativa, incapacidad para permanecer quieto, suele imaginar nuevos proyectos (generalmente grandiosos y absurdos) y, en los casos más graves, pueden presentar síntomas psicóticos (delirios y/o alucinaciones).

En la fase depresiva, además de un ánimo muy triste, aparece cansancio, aumento de horas de sueño (o insomnio), pérdida de ilusión por las cosas, ansiedad, apatía, desvaloración de uno mismo, pesimismo e ideas de muerte.

Se trata de una enfermedad muy frecuente. Incluyendo las formas menos graves, cerca de un 4% de la población mundial sufre algún tipo de trastorno bipolar. Es importante volver a destacar el papel del tratamiento farmacológico. La correcta toma de la medicación que recomiende el especialista, permitirá alcanzar la estabilidad psicopatológica necesaria para el desarrollo del día a día con una mayor calidad de vida. 

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